Y te pones a pensar fríamente, cínicamente, y llegas a la conclusión que la democracia es peligrosa, justa pero peligrosa. Si la gente no quiere pensar a quién vota, no quiere saber qué hay detrás de cada persona que vota; que pretende cada partido y si la gente no investiga las directrices y trifulcas de cada partido para conocerlos y votar en consecuencia, ¿qué nos hace pensar que lo harán el día que las listas sean abiertas, el día que se hagan referéndums populares para cuestiones troncales de Estado? Esas personas no van a cambiar, y por desgracia tampoco sus hijos.
Soy una mujer de naturaleza escéptica que lo cuestiona todo constantemente -mis amigos lo saben, por desgracia-; me gustaría saber el alcance de la gente que piensa. ¿De verdad somos sólo unos pocos millares? No puedo creérmelo, y no lo voy a hacer.
Siempre he desconfiado de las apariencias de las cosas. Pero también soy un poco torpe. También tengo ilusión, esperanza y fe en que la justicia del hombre es buena.
No estáis solos.
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